Diez Criterios Didácticos para la Motivación
María Cristina Davini
Motivar en la enseñar e impulsar el interés de los alumnos por aprender,
requiere reflexionar sobre los desafíos de los cambios culturales y de los
sujetos, pero también implica el planteo de los criterios básicos y
generales para las prácticas docentes (Davini, 2008).
En este sentido se proponen 10 criterios didácticos para la motivación, al margen de
la edad de los estudiantes y del contenido o el contexto de la enseñanza.
1. Transmitir Contenidos Relevantes.
La enseñanza en cualquiera de sus formas y orientaciones es siempre un
acto de transmisión de contenidos culturales, sean conocimientos o habilidades
cognitivas u operativas, capacidades para la acción, disposiciones personales o
valoraciones sociales. Quienes se dispones o proponen enseñarlos, los
consideran valiosos en sí mismos, pero los alumnos ¿los perciben de la misma
manera? ¿entienden su importancia y su valor para el desarrollo individual y
social? ¿los estiman necesarios o relevantes? ¿los vinculan con su realidad,
con sus necesidades o con las prácticas sociales? ¿los consideran más justos, o
que los ayudan a ser mejores? Aprender significa casi siempre un esfuerzo
¿vale la pena hacerlo?
Para pensar en la motivación, como motivadores, debemos presentarles y
plantearles a los estudiantes la posibilidad de aprender contenidos
relevantes y justos, es decir, aquellos que vale la pena aprender, porque
no hace mejores (Dussel, 2005). Lo importante es facilitar a
los aprendices la crítica y la percepción del valor para comprender mejor
el mundo, así como para ser mejores y más activos en la vida social.
2. Implicar Activamente a los Alumnos en la Tareas.
La motivación para aprender aumentará significativamente a medida que
los estudiantes puedan involucrarse activamente en la enseñanza. Ello contempla
no solo participar durante la enseñanza, sino también la posibilidad de elegir
temas o problemas que deseen estudiar o profundizar.
Implicarse activamente en las tareas, significa en última instancia
darse la oportunidad para desempeñar el papel de estudiante
(Fenstermacher, 1989). Si aprender conlleva un esfuerzo y muchas veces
genera resistencias, habrá que pensar en las formas que faciliten mayor
disposición y empeño por parte de los alumnos. Las investigaciones sobre
la enseñanza muestran que los maestros y profesores más efectivos para
involucrar a los alumnos en el esfuerzo de aprender, son aquellos que según
Raths (1980):
- Inducen
el interés, el asombro y desafíos prácticos sobre los contenidos que se
enseñan, en lugar de preocuparse por transmitirlos literalmente;
- Proponen
tareas significativas y relevantes;
- Dan
apoyo seguimiento y rápida retroalimentación a las tareas (feedback);
- Orientan
de forma personalizada y situada e;
- Inducen
a la reflexión y a las respuestas en forma de preguntas y/o sugerencias,
en lugar de dar instrucciones, correcciones o respuestas
"hechas".
3. Trabajar desde lo Concreto y lo real.
La enseñanza despertará más y mejor motivación, si trabajamos sobre lo
concreto, cualquiera sea la edad de los alumnos. Siempre se comprende
mejor y se despierta mayor interés si se trabaja desde lo observable en forma
real o simulada. La motivación y, por ende, el aprendizaje se incentiva cuando
se enseñan desde la base de la experiencia, sea la que nace del contacto con
lo sensible del medio, sea de la experiencia propia de los alumnos, sea a
través de la mediación de las informaciones concretas, o de la experiencia
nacida de la imaginación. (Eisner, 1998).
Este tipo de trabajo supone a partir de la experiencia, supone partir de
la experiencia, incluir el análisis de situaciones o de problemas concretos,
incorporar las narrativas, los relatos, testimonios o ejemplos (Jackson, 1998),
visualizar la conexión entre un acto y sus consecuencias, incorporar, siempre
que sea posible, la experimentación directa, y cuando no, las simulaciones.
4. Recuperar los Códigos y Lenguajes de los alumnos.
La enseñanza siempre implica una comunicación entre quien enseña y
quienes aprenden. Para potenciarla y motivar requiere incorporar las formas de
comunicación y expresión a través de las cuales los jóvenes construyen sus
identidades, muchas veces ignoradas por las escuelas (Giraux, 1994). Se
puede aprender mejor y motivar el esfuerzo por aprender si se incorporan las
formas de comunicación y los lenguajes más próximos y significativos para los
estudiantes con los cuales ellos construyen su experiencia, incluyéndolos en la
comunicación y en el desarrollo de la enseñanza. Esto no implica que
no se introduzcan nuevos códigos y conceptos, sino que supone partir del
lenguaje y los códigos expresivos de los alumnos, reconocerlos y reconocer
"los otros", para avanzar hacia los nuevos. Asimismo, implica
integrar los lenguajes de la cultura visual (el cine y la TV), las
expresiones de la música y los deportes y de la cultura interactiva
(tecnologías de la comunicación), (Einster, 1998).
5. Incluir la Emoción en la Enseñanza.
Afectividad y cognición, son interdependientes y se interpenetran, como
partes de una misma realidad (Gadner, 1988). Interesarse y esforzarse por
aprender, implica poner en marcha la emoción, los sentimientos y por qué no, la
alegría y el placer, evitando que la enseñanza se convierta en una
rutina. Cualesquiera sean los contenidos, incluir la emoción en la
enseñanza impulsa la motivación, implica plantear desafíos, incorporar los
intereses de los alumnos, apostar a que imaginen ideas, y proyectos propios,
apoyarlos para superar el miedo y la inseguridad, facilitar distintas formas de
expresión de sus ideas y sentimientos.
6. Comunicarse en Forma Personalizada.
Los alumnos se interesan más por las tareas de aprendizaje si son
reconocidos como sujetos particulares, a través de un intercambio
personalizado. Si bien los docentes se comunican con el grupo, cada uno de los
alumnos, es una persona con sus problemas, necesidades y dificultades. El
intercambio personal implica asimismo, hacer un seguimiento personalizado de
sus avances individuales. Todo ello supone conocer a los alumnos y llamarlos
por su nombre, dialogar en individual, apoyar sus esfuerzos, tener en cuenta
sus dificultades, valorar sus intereses, darles "pistas" para mejorar
sus actividades.
7. Promover el Trabajo Grupal.
El interés y el compromiso con las tareas son mayores, si los alumnos
participan en grupos de aprendizaje. El grupo mismo es un factor que motoriza
el desarrollo de las actividades, implica la mediación con las experiencias y
perspectivas de los otros, enriqueciendo asimismo la intervención del docente.
Participar con otros en el desarrollo de las actividades, configura un
sistema dinámico, en el que se integran las interacciones grupales, la
situación, las actividades de aprendizaje, los contenidos y los
significados (Newman, Griffin y Cole, 1991). En los grupos se desarrollan
también otras habilidades para la participación en actividades socialmente
organizadas y se fortalecen identidades individuales (Slavin, 1994).
8. Incluir Temas o Problemas Sociales de Interés para los alumnos.
Investigar reflexivamente ideas, teorías, enfoques y problemas que
involucren a la sociedad o al desarrollo personal es, quizás, el mayor aporte
que la enseñanza puede brindar al desarrollo de la educación (Raths y otros,
1980; Giroux, 1994). Especialmente en la adolescencia y en la juventud
hay un gran espacio para ello. Estimular a los alumnos a comprometerse en
particular en aquello que eligen o que les preocupa, es un factor
importante para enfatizar la motivación por aprender.
9. Evaluar sus Avances, Errores y Mejoras y Estimular la Autoevaluación.
El seguimiento y control de los aprendizajes es una tarea del docente,
pero si el alumno puede revisar sus propios procesos, evaluar sus progresos,
sus dificultades y sus posibilidades de mejorar, se incentiva el interés. De
este modo, la evaluación no es algo que le interese al otro, sino al él mismo.
La autoevaluación del proceso de aprendizaje es algo que debería ocurrir
con frecuencia, involucrando al alumno en el compromiso por sus propios
progresos. Ello contribuye a estimularlo, fortaleciendo la revisión
de sus metas y necesidades y la formación de capacidades metacognitivas
(aprender a aprender).
10. Mantener la Coherencia, entre lo que se dice y lo que efectivamente
se Hace.
Lo que desmotiva fuertemente a los alumnos es la contradicción entre lo
que se dice y lo que luego se hace realmente. Algunos profesores
enuncian propósitos de participación y valoración de la reflexión de los
alumnos, y luego solo evalúan la memorización de las informaciones. Otros
proclaman la importancia y la necesidad del compromiso con las tareas y las
responsabilidades, pero muestran poco interés en lo que enseñan y lo hacen de
manera rutinario y burocrática. Otros declaran que es fundamental la
actualización permanente y la búsqueda del conocimiento, aunque enseñan lo mimo
y de la misma manera año tras año.
Las contradicciones son rápidamente percibidas por los estudiantes, y
esto conlleva a disminuir notablemente la responsabilidad, el interés, y el
compromiso con las tareas. Se genera un sistema de complicidades para
beneficiarse con ello y superar las evaluaciones con el mínimo esfuerzo
personal.
Hay que recordar que la enseñanza tiene efectos sustantivos, no solo por
los contenidos que se enseñan, sino, fundamentalmente por lo que se hace y la
forma en que se realiza (Jackson, 1975).
Bibliografía
Davini, M.C. (2015). La Formación en la Práctica Docente. Paidós. Buenos Aires. p.p. 71-77
No hay comentarios.:
Publicar un comentario