9. Neuroeducación


Neuroeducación

La neuroeducación es una nueva visión de la enseñanza basada en el cerebro. Es una visión que ha nacido al amparo de esa revolución cultural que ha venido en llamarse neurocultura.  La neuroeducación aprovecha los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro integrados con la psicología, la sociología y la medicina, en un intento de mejorar y potenciar tanto los procesos de aprendizaje y memoria de los estudiantes, como los de enseñanza por parte de los profesores. 

Para Francisco Mora, en el corazón de la neuroeducación está la emoción. Este ingrediente emocional es fundamental tanto para el que enseña como para el que aprende. No hay proceso de enseñanza verdadero si no se sostiene sobre esa columna de la emoción, en sus infinitas perspectivas.

La neurociencia enseña hoy que el binomio emoción-cognición es indisoluble, intrínseco al diseño anatómico y funcional del cerebro. Este diseño, labrado a lo largo de muchos millones de años de proceso evolutivo, nos indica que toda información sensorial, antes de ser procesada por la corteza cerebral en sus áreas de asociación (procesos mentales, cognitivos), pasa por el sistema límbico o cerebro emocional, en donde adquiere un tinte, un colorido emocional. Y es después, en esas áreas de asociación, en donde, en redes neuronales distribuidas, se crean los abstractos, las ideas, los elementos básicos del pensamiento.
De modo que el procesamiento cognitivo, por el que se crea pensamiento, ya se hace con esos elementos básicos (los abstractos) que poseen un significado, de placer o dolor, de bueno o de malo. De ahí lo intrínseco de la emoción en todo proceso racional, lo que implica aprender y memorizar.
Los seres humanos no somos seres racionales a secas, sino más bien seres primero emocionales y luego racionales. Y, además, sociales. La naturaleza humana se basa en una herencia escrita en códigos de nuestro cerebro profundo, y eso lo impregna todo, lo que incluye nuestra vida personal y social cotidiana y, como he señalado, nuestros pensamientos y razonamientos. Esa realidad se debe poner hoy encima de cualquier mesa de discusión sobre la educación del ser humano.
Es esta realidad la que nos lleva a entender que un enfoque emocional es nuclear para aprender y memorizar, y, desde luego, para enseñar. Y nos lleva a entender que lo que mejor se aprende es aquello que se ama, aquello que te dice algo, aquello que, de alguna manera, resuena y es consonante (es decir, vibra en la misma frecuencia) con lo que emocionalmente llevas dentro. Cuando tal cosa ocurre, sobre todo en el despertar del aprendizaje en los niños, sus ojos brillan, resplandecen, se llenan de alegría, de sentido, y eso les empuja a aprender.
Solo el que aprende bien sobrevive más y mejor. Seguir vivo en un mundo exigente (y el mundo vivo lo es), desde vivir en la selva hasta vivir en un mundo social duro y competitivo, requiere  aprender, y aprender bien. El que no es capaz de aprender suele vivir menos, ya lo hemos señalado. Y aprender requiere inexcusablemente basarse en la emoción.
Clase de Infantil 3-2












Pero esa emoción en la enseñanza exige matices profundos cuando es aplicada al ser humano a lo largo de su arco vital. Aprender (y, por lo tanto, enseñar) no es lo mismo para un niño de 2 o 3 años, que, con enseñanzas ya regladas, para el niño de 6 años (cuando comienza con el tambor de las ideas en Primaria), el púber o el adolescente (que vive en un mundo cerebral convulso donde los haya), o bien el adulto joven, el adulto medio o el que atraviesa la ahora larga senescencia. Hoy habría que añadir el periodo prenatal y al perinatal (aquel que va desde la semana prenatal 32 hasta los 2 meses postnatales). Hoy la neuroeducación alcanza a todo ese amplio y, en el terreno específico de la educación, casi desconocido arco vital del ser humano.
Con todo lo que antecede, es claro, como ya he señalado, que lo que enciende el aprendizaje es la emoción y, en ella, la curiosidad y, luego, la atención. Pero la atención no se puede suscitar simplemente demandándola, ni la curiosidad tampoco. Hay que evocarlas desde dentro del que aprende.
Hoy comenzamos a saber que lo que llamamos curiosidad no es un fenómeno cerebral singular, sino que hay circuitos neuronales diferentes para curiosidades diferentes,y que no es lo mismo la curiosidad perceptual diversificada, aquella que despierta de modo común en todo el mundo cuando se ve algo extraño y nuevo, que aquella otra conocida como curiosidad espistémica, que es la que conduce a la búsqueda específica del conocimiento.
Y lo mismo podemos decir sobre la atención, cuyo sustrato cerebral nos lleva hoy a reconocer la existencia de muchas atenciones cerebrales. Atenciones que van desde la atención básica, tónica, que es la que todos tenemos cuando estamos despiertos, a aquellas otras de alerta, de foco preciso (ante un peligro), orientativa (buscar una cara entre cientos), ejecutiva (la del estudio), virtual (procesos creativos) o digital (utilizada en internet).
Pintura de un niño 2-1










Y es claro, además, que todos estos procesos difieren en el niño y el adulto, y aun en el niño para cada edad. Claramente el tiempo atencional que precisa el niño no es el mismo que el requerido por el adulto para atender una percepción concreta simple o aprender un concepto abstracto altamente complejo. Precisamente, conocer los tiempos cerebrales que se necesitan para mantener la atención a cada edad o periodo de la vida puede ayudar a ajustar tiempos de atención reales durante el aprendizaje en clase de una manera eficiente. Y también conocer cómo estos tiempos pueden ser modificados.
Y lo mismo que el aprendizaje consiste en momentos seriados de asociaciones de fenómenos o conceptos que se repiten en ese juego mental de aciertos y errores, memorizar requiere también de repetición constante de lo ya aprendido. El maestro o el profesor universitario hoy comienzan a utilizar adecuadamente fórmulas que pueden ser enormemente útiles en esa memorización de lo aprendido.
Neuroeducación alcanza pues a todo el arco de la enseñanza, desde los niños de los primeros años a los estudiantes universitarios, o en la enseñanza de formación profesional o de empresa. Y, por supuesto, también a los maestros y los profesores, sobre la forma más eficiente de enseñar. La neuroeducación comienza a poner en perspectiva, más allá de los procesos cerebrales mencionados como la curiosidad y la atención, otros factores como la extracción social de la familia y la propia cultura como determinantes del aprendizaje.
Y, más allá, la neuroeducación intentar destruir los neuromitos (falsos conocimientos extraídos de la neurociencia) y conocer la influencia de los ritmos circadianos, el sueño y su poderosa influencia en el estudio, o factores tan importantes como la arquitectura del colegio, el ruido, la luz, la temperatura, los colores de las paredes o la orientación del aula.
Y también ayuda a hacerse preguntas como estas: ¿Por qué los niños están siempre preguntando?¿Se puede enseñar por igual a niños crecidos en culturas y de etnias diferentes? ¿Hay que ser de raza judía para ser académicamente brillante? ¿Por qué el ambiente familiar de estudio es tan determinante en las capacidades de aprender de los niños? ¿Se puede memorizar mejor durmiendo mejor? ¿Qué hace que se aprenda y memorice mejor si uno se equivoca más? ¿Por qué es más interesante una pregunta brillante que una contestación brillante? ¿Por qué hoy la letra con sangre ya no entra? ¿Es lo mismo enseñar arte o matemáticas, medicina o derecho, fontanería o filosofía? ¿Cómo enseñar que hay dos formas cerebrales de aprender matemáticas? ¿Podrán los nuevos ordenadores de alto procesamiento (relación y reconocimiento personal del estudiante) sustituir a la relación maestro-alumno?
De este modo y por este camino, la neuroeducación se adentra en el conocimiento de aquellos cimientos básicos de cómo aprender y memorizar, y cómo enseñar. Y cómo hacerlo mejor en todo el arco de adquisición del conocimiento y los múltiples ingredientes que lo constituyen. Dilucidando así los entresijos de la individualidad y las funciones sociales complejas, el rendimiento mental, el desafío cerebral de Internet y las redes sociales, o cómo llegar a ser un maestro o un profesor excelente. Añadiendo a ello la formación del pensamiento crítico y analítico, y, más allá, el pensamiento creativo. O evaluando en los primeros años a niños que sufren procesos cerebrales o psicológicos que dificultan el proceso normal de aprendizaje, para permitir así aplicar tratamientos tempranos muy eficaces.
La neuroeducación es, pues, un campo de la neurociencia nuevo, abierto, lleno de enormes posibilidades que eventualmente debe proporcionar herramientas útiles que ayuden a aprender y enseñar mejor, y alcanzar un conocimiento mejor en un mundo cada vez de más calado abstracto y simbólico y mayor complejidad social.
Facilitar todo esto requeriría la creación de una nueva figura profesional, aquella del neuroeducador, que analizaremos en un nuevo artículo la próxima semana.

Conclusiones
 La neuroeducación es la ciencia que busca la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje mediante la integración de la educación con la neurología.
Es una corriente que, aunque históricamente se ha utilizado en el campo de las discapacidades y trastornos del aprendizaje (dislexia, discalculia, autismo, déficit de atención, etc.), cada vez más, está adentrándose en el campo de la educación general y explorando su utilidad en ella.
En esencia, se basa en el conocimiento exhaustivo del cerebro y de su funcionamiento en los procesos de aprendizaje, para optimizarlos con metodologías educativas más efectivas en las edades escolares, en las que el desarrollo cerebral continuo no madura igual para todos los alumnos, y en las que hay grandes diferencias de capacidades entre ellos.
La neuroeducación permite personalizar los aprendizajes para que niños y adolescentes puedan hacerlo con éxito. La investigación ha evidenciado diferencias entre los alumnos, tanto cualitativas como por edad, que han ido cambiando los esquemas tradicionales.
Cristina Saez, en su artículo “Neuroeducación o cómo educar con cerebro” publicado en la revista Quo México afirma que “no aprendemos al memorizar, ni al repetir una y otra vez, sino al hacer, experimentar y, sobre todo, emocionarnos. Más aún, aprender en grupo, logra que esos conocimientos perduren con más intensidad en la memoria.”

Jesús C. Guillén, también nos propone los 5 aportes TOP de la neurociencia para mejorar las clases:
  • Comienza la sesión con algo provocador: una frase, una imagen o algo que no los deje indiferentes.
  • Conecta con la vida de tus alumnos: presenta problemas que les afecten e invita a resolverlos.
  • Haz que quieran y puedan hablar: crea un clima donde no exista el miedo a expresarse.
  • Introduce incongruencias: usa la contradicción, la novedad…
  • Evita la ansiedad: reduce la presión para que fluya el conocimiento.

Francisco Mora, doctor en Neurociencia y Medicina,  hace una muy interesante introducción de lo que es la neurociencia y los objetivos que persigue en este vídeo:

video tomado de youtube.  https://www.youtube.com/watch?v=d2Fud46xFPQ

NOTA SOBRE EL AUTOR INVITADO
Francisco Mora es catedrático de Fisiología Humana (Universidad Complutense) y catedrático adscrito de Fisiología Molecular y Biofísica (Universidad de Iowa, EEUU). Se doctoró en Medicina en la Universidad de Granada y en Neurociencias en la Universidad de Oxfor

https://blogs.elpais.com/ayuda-al-estudiante/2013/12/la-neuroeducacion-demuestra-que-emocion-y-conocimiento-van-juntos.html

http://www.colegiosviajeros.es/es/blog/neuroeducaci%C3%B3n





Neuroeducación y neurodidáctica para educadores


neuroeducación

El ámbito más directo para la aplicación de la neuroeducación o neurodidáctica es, por supuesto, la escuela. La escuela es el principal ambiente en el que los niños aprenden.
Los educadores deben comprender que a partir del conocimiento de cómo es el cerebro, cómo aprender, procesa, registra, almacena y recuerda la información, para así poder adaptar su estilo de enseñanza con el fin de optimizar el proceso de aprendizaje. También deben entender que la estructuración de la clase, sus actitudes, palabras y emociones influyen enormemente en el desarrollo del cerebro de sus alumnos y la manera en la que aprenden.
Sabemos que los conocimientos de neurociencia nos ayudan enormemente en el aula, pero ¿cómo aplicamos la neuroeducación o neurodidáctica al contexto educativo? Lo básico es que no se limiten a recibir pasivamente la información, sino que la manipulen, que participen activamente en su elaboración.

1. Crear un clima emocional positivo en el aula

Es muy importante que los maestros y educadores fomenten un clima positivo en el aula, donde se muestren cercanos y empáticos con sus alumnos. Es necesario que controlen su expresión emocional para que esta sea positiva, y así contagiar a sus alumnos. Hay que evitar el estrés excesivo en el aula. Un pequeño nivel de estrés es necesario para mantener a los alumnos motivados y activos. Sin embargo, altos niveles de estrés son perjudiciales para el rendimiento. También, enseñar a los alumnos a manejar su propio estrés y otras emociones negativas, puede ser muy beneficioso, no solo a nivel académico sino a todos los niveles.

2. Utiliza CogniFit neuroeducación en el aula

Esta tecnología educativa ha sido diseñada especialmente para docentes. Permite ayudar a educadores no especializados en neuroeducación ni psicopedagogía a analizar y mejorar los procesos de aprendizaje en el ámbito escolar. ¿En qué puede ayudarte CogniFit neuroeducación?
  • Aprender y profundizar sobre los procesos cerebrales implicados en el aprendizaje y neurodesarrollo
  • Implementar mejoras metodológicas y didácticas
  • Valorar a los estudiantes con objetividad científica para localizar debilidades cognitivas que puedan estar relacionadas con dificultades del aprendizaje y prevenir el fracaso escolar
  • Implementar mejoras metodológicas y didácticas para optimizar la enseñanza y enrriquecer la actividad docente
  • Corregir y reorientar dificultades del aprendizaje

3. Potencia el aprendizaje emocional

La emoción está muy ligada a la memoria. Aprendemos mucho mejor cuando la información nos evoca emociones. Por ello, una buena estrategia de neuroeducación, es crear conexiones emocionales dentro del contexto del temario a enseñar. Estas conexiones se pueden realizar con actividades específicas que conecten emocionalmente a los alumnos con el contenido. Por ejemplo se podrían fusionar las artes visuales e interpretativas, de forma que activen las respuestas emocionales, potenciando el aprendizaje.

4. Enseñar con diferentes estilos y desde diversas vías

Podemos potenciar el aprendizaje de cada alumno utilizando diferentes estilos de enseñanza, variando las actividades y los materiales. No todos os alumnos aprenden bien de la misma manera. Unos son más visuales, otros más corporales, etc. Utilizando imágenes, vídeos, actividades experienciales, interactivas, musicales… estamos utilizando la neuroeducación para estimular todos los sentidos. Así se aprenderá de forma más integral, beneficiando a todos tipos de alumnos.

5. Mantener un entorno físico óptimo

¿Cómo implementar estrategias de neuroeducación en el aula? Los alumnos aprenden mejor en determinados ambientes físicos. Tenemos una gran capacidad visual, y somos mejores atendiendo estímulos novedosos que de otro tipo. Por ello, aportando a la estructura del aula una dinámica de cambio, va a ayudar a que los alumnos atiendan mejor.  El cambio, el orden y la belleza, integrándolo en cada unidad de aprendizaje va a beneficiar su aprendizaje. Una música tranquila de fondo también puede ayudar a los alumnos a concentrarse, a relajarse y a sentirse cómodos. Una iluminación lo más natural posible también contribuye a mantener un espacio óptimo de aprendizaje. La oscuridad en el aula y las luces fluorescentes que aportan una iluminación artificial no es lo más adecuado.

6. Lleva a cabo la repetición pero de formas diferentes

Una de las mejores maneras de aprender y almacenar la información en la memoria a largo plazo es la repetición de la informaicón. Sin embargo, si el material a aprender es repetido de la misma manera puede ser extremadamente aburrido para los alumnos. Por ello, una buena estrategia de neuroeducación, es que la repetición del material se haga de diferentes formas y desde una variedad de actividades y experiencias. De esta manera podrán manipular la información desde diferentes modalidades.

7. Potencia el aprendizaje significativo

Es fundamental para un aprendizaje a largo plazo y para mantener la motivación en la escuela, que los niños comprendan la utilidad de aquello que están aprendiendo. El aprendizaje significativo se trata de aplicar los conocimientos al mundo real, el “¿para qué me sirve esto?”.
Una buena estrategia de neuroeducación en el aula es el uso de actividades en el mundo real, como investigar, diseñar experimentos, crear metáforas, analogías, examinar patrones de causa-efecto, analizar la perspectiva, realizar actividades artísticas que estimulen el pensamiento creativo.

8. Da feedback

El feedback, o retroalimentación es esencial para la neuroeducación y el proceso de aprendizaje. Dar retroalimentación, decir qué se ha hecho bien y qué se puede mejorar es básico para orientar el aprendizaje. No sólo vale con poner una nota numérica en los exámenes o remarcar los errores en rojo. Hay que señalar los errores de forma concreta, pero también señalar lo que se ha hecho bien. Así motivamos al alumnos y damos pautas concretas para que mejore.



https://blog.cognifit.com/es/neuroeducacion-que-es-y-para-que-sirve/





























































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